Actualidad de Platón: El retrato platónico de una sociedad totalitaria

Aquí os dejo un texto de Juan Antonio Rivera que sigue la estela de Popper (si, el que vimos el año pasado como filósofo de la ciencia) en su obra La sociedad abierta y sus enemigos donde se enfrenta a la concepción platónica de la República calificándola de sociedad cerrada y  considerando a Platón como promotor de un estado clasista, racista, totalitario e inmovilista.

Después de leerlo, resume las ideas más importantes y expresa tu opinión acerca de si sería posible en la actualidad un estado como el que defiende Platón en la República. Debes defender los motivos y las razones por los que estarías a favor o en contra de la  propuesta platónica.

El retrato platónico de una sociedad totalitaria

Platón es una de los gerifaltes de la historia de la filosofía, y sus planes de diseño de una sociedad ideal – tal y como él mismo los explica en la República, su principal y más conocida obra – son expuestos con verdadera unción y hasta con beatería por profesores de todo el mundo, tanto universitarios como de enseñanza secundaria. Para muchos, la República es la primera biblia del progresismo y el primer ensayo literario conservado de la ensoñación de un orden político cuyo propósito es procurar la felicidad a los humanos. Por eso, puede resultar totalmente inesperado, chusco y hasta ininteligible que Popper mantenga que en este diálogo platónico están los gérmenes de algo tan nauseabundo como el totalitarismo. (…)

Si uno es capaz de leer la República sin reclinatorio (cosa que, admitámoslo, no es fácil, considerada la nutrida tradición de encendidos elogios que acompaña a esta obra), se da cuenta de (…) que este diálogo tan alabado por generaciones de estudiosos es un ataque en toda regla a las libertades individuales y una defensa temprana del colectivismo. Cuanto sigue es un muestrario de algunas de las cosas casi prodigiosamente inhumanas que Platón aconseja en este diálogo para edificar la ciudad perfecta:

Recomienda una eugenesia racial positiva a través del infanticidio selectivo de los deformes física o intelectualmente (una vieja costumbre espartana que Platón, profundo admirador de Esparta, defiende. Sólo tendrán derecho a recibir los servicios de un médico aquellos que hayan sufrido heridas o que padezcan enfermedades menores o inevitables; en cambio – en un apunte de crueldad que hoy consideraríamos asombroso-, Platón prescribe que los auxilios médicos serán denegados a todos aquellos que, por sus malos hábitos, se hayan convertido en miembros inútiles de la sociedad. Quien sea responsable de su enfermedad no tendrá derecho a ser curado. Los moralmente irrecuperables habrían de ser enviados a la muerte, no sólo con la aquiescencia sino incluso con el beneplácito de los médicos (407b-410a). Ya se ve que la compasión no es una virtud platónica…

La sociedad ideal no es una sociedad igualitaria sino una sociedad bastante rígidamente dividida en tres castas: los gobernantes, los militares y los trabajadores manuales. Los más inteligentes son los que ocuparán los más altos cargos públicos, y los que decidirán también la política educativa: qué se enseñará y qué no se enseñará (sabido es que Platón era partidario de ejercer una censura previa sobre los contenidos literarios y artísticos), y también a quién no se enseñará nada (los trabajadores manuales, la tercera clase, quedarán excluidos de toda forma de educación intelectual).

La misión política del filósofo es hacer las veces de arquitecto social. Para ello, tomará primero la sociedad que tiene ante sí y procederá a limpiarla de sus malos hábitos, hasta que quede un lienzo limpio sobre el cual pintar el nuevo orden social (501a), al que le insuflará los elevados principios extraídos de su contemplación del mundo de las Formas. No extrañará que, puesto que hay que empezar por erradicar los malos hábitos adquiridos, y éstos quedan cada vez más afincados con el paso de los años, Sócrates, el vocero habitual de las ideas de Platón en sus diálogos, proponga como primera medida práctica expulsar de la ciudad que se desea reformar a fondo a todo ciudadano con más de diez años (540e-541a). La ciudad ideal ha de construirse con «hombres nuevos», con organismos psicológicamente intactos, y en los que pueda dejar muescas más indelebles la educación en que van a ser adoctrinados. En Platón nos encontramos la primera defensa teórica coherente del totalitarismo: la idea de que la sociedad ha de ser entendida como una empresa iluminada por altos objetivos a los que es lícito sacrificar el bienestar y, si ello es preciso, la vida de los individuos.

Quedan suprimidos los ámbitos privados de decisión. Los individuos no decidirán por su cuenta cosas tan íntimas como con quién casarse; será el Estado (los Guardianes o gobernantes) el que velará por el control de la procreación, de modo que sólo se reproduzcan los que tienen cualidades sobresalientes. Sin rubor Platón acude aquí a la analogía de la mejora de las razas animales por selección artificial. Platón se da cuenta de que este control sexual no será bien recibido, y propone que dicho control no sea manifiesto sino encubierto. El cruce sexual sólo se permitirá en festivales religiosos determinados, en que el número de intervinientes será calculado con objeto de mantener constante la población. Aparentemente, el compañero sexual que corresponda a cada cual será decidido por sorteo (de esta forma se evitarán suspicacias), pero en la práctica los gobernantes manipularán el sorteo con el fin de que los guardianes de inferiores cualidades tengan menos oportunidades. Los descendientes de raza superior, fruto de estas uniones, serán confiados a niñeras estatales, y las madres los visitarán para darles el pecho, sin que ninguna sepa cuál es su propio hijo. Los niños de raza inferior no serán «guardados» (y aquí cada cual puede rellenar con su imaginación qué signifique esto).

A los adultos procreadores se les permite la promiscuidad, las prácticas anticonceptivas y el aborto, si así lo desean. Los progenitores que hayan participado en un festival erótico-religioso considerarán como «hijos» a todos los descendientes habidos en el mismo, y cada uno de estos «hijos» les dará, a su vez, el tratamiento de «padre» y «madre». Los lazos «familiares», así entendidos, vincularán a muchos más individuos entre sí de lo que es habitual, y esto redundará en una más estrecha unidad del Estado al quedar ensanchadas las bases emocionales de esa unidad.

La familia, en el sentido tradicional, es expulsada por Platón de su ciudad ideal porque es una unidad sentimental competidora del Estado: reclama lealtades que pueden colisionar con las que se deben a la República. Las personas tienden a creer que sus obligaciones familiares deben ser antepuestas a sus obligaciones como ciudadanos; para evitar esto es para lo que altera Platón la concepción acostumbrada de familia. Todos vivirán en común (sin paredes que los separen o incomuniquen), y ninguno podrá considerar a otro «su» hijo o «su» esposo, ni los hijos o cónyuges tendrán deberes especiales con personas concretas. Las únicas obligaciones son para con el Estado, entendido como una suerte de «superfamilia» (457c-468c).

¿Cómo es posible que tamaña exhibición de obsceno desprecio al individuo y su libertad haya podido pasar durante tantos siglos como modelo de convivencia humana, y haya sido admirado sin reservas? ¿Cómo tantos individuos inteligentes y humanitarios han podido dejarse embaucar por proposiciones tan descabelladas? (…)

(Rivera, Juan Antonio: Menos utopía y más libertad. Ed. Tusquets Barna 2005)

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